viernes, 4 de junio de 2010






Pero no eres una princesa. No. No eres una princesa.
Nunca lo fuiste.
Nunca lo fuiste porque las princesas no existen.
Nunca lo fuiste porque ni las princesas ni los mendigos ni los reyes existen.
No eres una princesa.
No lo eres ni jamás lo fuiste porque ni ahora ni nunca, jamás, te dejaron ser nada. Porque ni ahora ni nunca, jamás, te dejaron ser. Ser. Ser un ser vivo. Realizarte como persona.
Porque ni las princesas ni los mendigos ni los reyes existieron jamás.
Ni a ti ni a mí.
Porque jamás nos dejaron ser algo. Algo vivo.
Porque da igual que saludemos, que sonriamos, que lloremos, que nos escondamos en ropajes, gestos, coches y carcajadas. Porque da igual que aceptemos que las princesas y los mendigos, y los reyes y los obreros, existieron alguna vez. Porque no importa que aceptemos que siempre estuvieron ahí. Que siempre se pudo ser alguna de esas cosas, entre otras.
Nunca fuiste una princesa. Ahora tampoco lo eres.

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